viernes, 12 de noviembre de 2010


Alejandro Colussi: “Todo fue un antes y un después de la muerte de Kirchner”

Por Anisé Casim y Clarisa López



Alejandro Colussi comenzó a trabajar desde joven en los medios realizando móviles y con el tiempo logró tener sus propios programas, inclinándose por el periodismo de corte político. Trabajó en televisión, creó un portal de noticias y es uno de los directores de la revista Tercer Data. Este renombrado periodista estuvo en LT10 y más tarde fue contratado por LT9, espacio donde produce, desde hace 8 años, “Una mañana de locos”. Dispuesto y entusiasta nos recibió en la radio para charlar acerca de cómo se vivió, a nivel periodístico y social, el imprevisto fallecimiento de Néstor Kirchner.

—Respecto a la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, ¿cómo se realizó la cobertura de este suceso en la radio?

—Fui a la radio de casualidad porque era el día del censo y era feriado, estábamos distendidos y no se había filtrado información de que el ex presidente sintiera cierto malestar, ni siquiera el día anterior. Me acuerdo bien que a las 9.35 nos llama un periodista de Buenos Aires y nos dice “murió Kirchner”, inmediatamente yo le aviso a Germán Dellamónica, con quien trabajamos en conjunto, para que chequee la información. Luego la noticia empezó a salir en Twitter, pero las pantallas de televisión no decían nada, hasta que le dije “bueno, nos arriesgamos”. Pasaron 7 minutos hasta que empezó a salir en todas las placas de los programas y ahí cambió todo. Lo que sucedió es que, como toda radio del interior, tenés que hacer una compaginación entre lo que sale a nivel nacional -a través de las cadenas televisivas que enganchas directo- y las repercusiones locales.
En un principio nos resultó muy difícil porque no encontrábamos a nadie con quien comunicarnos y a los pocos que lográbamos conseguir no sabían bien qué decir, o lloraban. Por eso decidimos hacer una transmisión especial de continuado hasta la noche. Justo mi socio estaba en el sur y logró viajar desde donde estaba al Calafate, lo que representó una presencia simbólica muy fuerte por si las dudas pasase algo allí e inmediatamente logramos que uno de los periodistas se fuera a Buenos Aires para hacer la cobertura de lo que eran las repercusiones y a las 7 de la tarde llegó a Capital. Así que para lo que es el interior, las condiciones y las circunstancias de esta radio creo que “salvamos las papas”. Además abrimos el micrófono a todo el mundo. Lo único que censuramos fue la estupidez de las expresiones de alegría y también pusimos límite a aquellos que ensalzaban la figura de Kirchner como si no hubiera tenido ningún defecto, porque creíamos que las dos situaciones eran provocativas, más allá de que una era entendible. Estaban aquellas personas que creía que habían perdido a San Martín, Sarmiento y Rosas juntos, y las otras que por poco salían a escribir “viva la muerte súbita”, entonces le pusimos un límite a las dos expresiones. Pero si bien desde los medios de comunicación uno puede “censurar” conductas sociales, lamentablemente, nos gusten o no, dimos cabida a esa especie de alegría que hubo en algunos sectores como síntoma social porque si somos “el espejo que muestra el paisaje”, en el paisaje hay autoritarios, fascistas, energúmenos, analfabetos políticos, fundamentalistas, etc., y uno tiene que mostrar eso por una concepción de línea editorial. Transitamos ese camino que no fue fácil.

—¿De qué modo esta noticia cambió la agenda del día?

—A la agenda la cambió totalmente. Ese día íbamos a hablar del tema del censo: de las dificultades que había en el norte para censar, de lo bueno que iba a ser tener una radiografía del país distinta, ya que iba a haber inclusiones al matrimonio del mismo sexo y a las etnias que muchas veces no conocíamos, como la población aborigen. Íbamos a tocar otras cuestiones y de golpe todo se esfumó y el censo terminó pasando de largo. En sí todo terminó, hasta las cuestiones cotidianas. Todo fue un antes y un después de la muerte de Kirchner. Cuando ocurre algo de esta naturaleza hasta las cuestiones cotidianas se modifican. Todo tuvo un nuevo escenario, una nueva foto, o un nuevo parámetro para ser analizado. Recién a la semana siguiente del fallecimiento comenzamos a tratar el tema del censo en el programa.

—¿Qué conclusiones podrías sacar en relación a lo que generó en la gente el fallecimiento?


—A mí lo que me impresionó fue el gran poder de negación que tiene la gente sobre la muerte. Sin embargo, creo que la muerte de personas con poder a la gente la conmueve mucho, primero porque la hace recordar que uno tiene un tiempo de expiración natural y segundo, que el poder no es impune. Se puede ser impune a la justicia, a la sanción social, pero no a la muerte, y eso sacude mucho a la sociedad, por eso hay una corriente natural de afecto.
Creo que estas cosas emocionan fuertemente a la sociedad, conmueven cuando se mueren personas que vos decís “son inmortales” y se cae en la cuenta de que no es así: no hay nadie inmortal. Hay encuestas que son muy interesantes en donde se muestra que la mayoría de la gente en el momento que se enteró del hecho llamó inmediatamente a alguien para comentárselo, y eso te pasa cuando se muere alguien cercano tuyo y cuando se nos hace presente la idea de que somos finitos, que no vamos a estar para siempre, pero sobre todo cuando ese alguien es una persona con poder. Uno dice “en cualquier momento me puede pasar a mi”. Yo creo que debe haber habido muchísimas consultas a cardiólogos después de la muerte de Kirchner y esos son los efectos sociales que producen este tipo de situaciones.

—¿Qué opinión tenés acerca del caudal de gente que se congregó durante los días del velatorio?

—Creo que el kirchnerismo hizo una muy fuerte apuesta cultural, a nivel de movidas culturales, particularmente en el rock. Cuando el 90% del ambiente del rock apoya la gestión de gobierno en función de cuestiones como los derechos humanos, en donde hay un compromiso muy grande por parte de ese ambiente rockero, era lógico y natural la presencia juvenil, esa presencia que se veía reproducida e identificada en las peleas entre Kirchner y Clarín de la misma forma que ellos se peleaban con sus viejos, con docentes, con el centro de estudiantes  o con el poder constituido. Entonces había una corriente de empatía que hacía natural esa presencia juvenil más allá de los movimientos organizados. Pero fijate que todo el mundo habla de la gran cantidad de jóvenes, puntualmente de clase media, pero la juventud kirchnerista o la juventud peronista no ganó en una sola facultad en todo el país a nivel movimiento estudiantil, entonces te das cuenta que no es tan organizado, ni es tan planificado y creo que responde más a una expresión de reconocimiento de políticas culturales que viene estando en los últimos años. Había un espíritu juvenil en Kirchner, para mi mal interpretado por él mismo, un espíritu de rebeldía que los jóvenes supieron interpretar. Pero yo creo que es un error pensar que esto se trasladará en el tiempo y en las urnas.
Hay también una dosis de morbo en la sociedad argentina y también de cholulismo, de decir “che, yo estuve en el velatorio de…”, a pesar de que se tomaron las precauciones, que en mi opinión estuvo bien, de velarlo a cajón cerrado. Te puedo asegurar que si era a cajón abierto iba a haber el doble de gente, pero bueno, es la sociedad que tenemos.

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